
"Sospecho que la obra capital de cuantas escribió Unamuno es Del sentimiento trágico de la vida. Su tema es la inmortalidad personal: mejor dicho, las vanas inmortalidades que ha imaginado el hombre, y los horrores y esperanzas que nos impone esa especulación. A muy pocos elude ese tema; los españoles y los sudamericanos afirman, o brevemente niegan, la inmortalidad, pero no tratan de discutirla o de figurársela… el Rosario de sonetos líricos, publicado el año 1911 en Madrid, lo muestra, en mi opinión, totalmente. Todos los temas de Unamuno están en este breve libro.
El tiempo:
El tiempo:
Nocturno río de las horas fluye
desde su manantial que es el mañana eterno…
desde su manantial que es el mañana eterno…
La creencia general ha determinado que el río de las horas –el tiempo- fluye hacia el porvenir. Imaginar el rumbo contrario no es menos razonable, y es más poético.
Unamuno propone esa inversión en los dos versos anteriores; ignoro si llegó alguna vez, en el curso de su numerosa producción, a defender su tesis…
La fe como sustancia del porvenir, según la definición de San Pablo. El deber moral de conquistar la fama y la inmortalidad aparecen reflejados en los siguientes endecasílabos:
Unamuno propone esa inversión en los dos versos anteriores; ignoro si llegó alguna vez, en el curso de su numerosa producción, a defender su tesis…
La fe como sustancia del porvenir, según la definición de San Pablo. El deber moral de conquistar la fama y la inmortalidad aparecen reflejados en los siguientes endecasílabos:
Yo te espero, sustancia de la vida:
no he de pasar cual sombra desvaída
en el rondón de la macabra danza,
pues para algo nací; con mi flaqueza
cimientos echaré a tu fortaleza
y viviré esperándote, ¡Esperanza!
El apetito generoso de eternidad, el temor de que se pierda en el pasado:
Es revivir lo que viví mi anhelo
y no vivir de nuevo nueva vida,
hacia un eterno ayer haz que mi vuelo
emprenda sin llegar a la partida,
porque, Señor, no tienes otro cielo
que de mi dicha llene la medida.
La valerosa fe del incrédulo:
…sufro yo a tu costa
Dios no existente, pues si Tú existieras
Existiría yo también de veras.
y no vivir de nuevo nueva vida,
hacia un eterno ayer haz que mi vuelo
emprenda sin llegar a la partida,
porque, Señor, no tienes otro cielo
que de mi dicha llene la medida.
La valerosa fe del incrédulo:
…sufro yo a tu costa
Dios no existente, pues si Tú existieras
Existiría yo también de veras.
El centenar de piezas que componen el Rosario de sonetos líricos nos da la plenitud de su personaje: Miguel de Unamuno. Macaulay, en alguno de sus estudios, se maravilla de que las imaginaciones de un hombre lleguen a ser los íntimos recuerdos de miles de otros. Esa omnipresencia de un yo, esa continua difusión de un alma en las almas, es una de las operaciones del arte, acaso la esencial y la más difícil.
Yo entiendo que Unamuno es el primer escritor de nuestro idioma. Su muerte corporal no es su muerte; su presencia –discutidora, gárrula, atormentada, a veces intolerable-, está con nosotros
29 de enero de 1937”
Yo entiendo que Unamuno es el primer escritor de nuestro idioma. Su muerte corporal no es su muerte; su presencia –discutidora, gárrula, atormentada, a veces intolerable-, está con nosotros
29 de enero de 1937”
Jorge Luis Borges, "Presencia de Miguel de Unamuno" en Textos cautivos, Madrid, Alianza,1998.
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